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C’est toute ma vie

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Autorretrato de Charlotte Salomon (DP).

Autorretrato de Charlotte Salomon (DP).

El 22 de febrero de 1926 la vida de Charlotte se detiene por primera vez. Tiene nueve años, su padre es un prestigioso cirujano, Alfred Salomon; su madre, Franziska, fue enfermera durante la Primera Guerra Mundial. Pertenecen a eso que se llama la burguesía ilustrada de Berlín y la suya es una infancia feliz. Hasta ese día de febrero en que «una mala gripe» le arrebata a mamá. Su existencia se vuelve más gris y las institutrices entran en su vida, un paréntesis de cuatro años que se ve interrumpido cuando el doctor Salomon rehace su vida y se casa con la cantante de ópera Paula Lindberg. Una mujer alegre, culta, inquieta, famosa por sus interpretaciones de Bach. La luz vuelve a casa de los Salomon, que se convierte en centro de reunión de los intelectuales judíos. La sensibilidad artística de la pequeña Charlotte crece al compás de las interpretaciones de su madrastra.

Tiene dieciséis años cuando los nazis llegan al poder, pero consigue matricularse en la Escuela de Artes de Berlín y cuando requiere los servicios de un profesor de canto, Alfred Wolfson, descubre una nueva dimensión hasta entonces desconocida. Él le dobla la edad, pero una fuerza les empuja a unirse. Se entregan a un amor que viven con la urgencia de lo prohibido, con el convencimiento de que tiene fecha de caducidad, con la certeza de estar transgridiendo las reglas. Una pasión clandestina que alimenta la inquietud artística de Charlotte. Alfred la anima a dibujar y ella dibuja lo que él le evoca. Pero Charlotte acaba siendo expulsada de la universidad, es demasiado peligroso que una judía permanezca en sus aulas.

En Charlotte, la novela que el escritor francés David Foenkinos dedicó a la artista germana, se recrea un episodio clave de aquella Alemania en la que gobernaba el terror. Un episodio que marcó a la familia Salomon: la Noche de los cristales rotos.

Entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938.
Profanan los cementerios.
Aniquilan las posesiones.
Saquean miles de comercios.
Y arrasan con las mercancías.
Obligan a algunos a cantar ante las sinagogas incendiadas.
Luego les queman la barba.
A otros los matan a golpes en el escenario de algunos teatros.
Donde se amontonan los cadáveres como si fueran basura.
Internan en campos a miles de hombres.
A miles.
Entre ellos, al padre de Charlotte.

Los versos urgentes de Foenkinos evocan el preludio de la temporada que Alfred Salomon pasa en el campo de concentración de Schasenhausen, a las afueras de Berlín. Los acontecimientos se precipitan y el doctor Salomon, que quiere proteger a su hija, la envía con sus abuelos maternos; primero a Italia y después a Villefranche-sur-Mer, al sur de Francia. Nunca volverá a ver a Alfred. Es el comienzo de un viaje hacía la desesperación al que su abuela no puede sobreponerse.

«Y todavía hay alegría, y todavía crecen las flores y todavía brilla el sol», la intenta convencer su nieta. Pero la abuela acaba con su exilio saltando por la ventana. Y su suicido destapa la caja de los secretos. Charlotte descubre que su madre no había muerto víctima de una gripe. Se había suicidado, como su abuela. Como su bisabuela y como la tía y el tío de su madre. Como su tía materna, de la que lleva el nombre. Y entonces Charlotte decide dibujar. Dibujar su pasado para escapar de él. Dibujar para huir de su destino. Dibujar para sobrevivir. Y otra vez, la realidad: es enviada, junto a su abuelo, a un campo de concentración en los Pirineos.

Tras ser liberados, a Charlotte la vida le resulta insoportable. Se encierra en una habitación de hotel en St. Jean Cap Ferrat y trabaja día y noche, en un estado casi febril que se alarga durante dieciocho meses. La música, el texto y el dibujo se entremezclan para tejer una obra en tres actos en la que que utiliza los tres colores primarios: azul para el prólogo, rojo para la sección principal y amarillo para el epílogo. En orden cronológico la joven artista judía reconstruye su propio diario. Un inventario sentimental que arranca con el suicidio de la tía Charlotte, antes de su nacimiento, y que concluye en 1940. Todos se convierten en personajes: ella es Charlotte Kann; su padre, Albert Kann; su madre, Francisca Knarre; su madrastra, Paulinka Bimbam y su añorado Alfred es Amadeus Dabelhorn (el nombre de pila lo toma de Mozart, el apellido en alemán se traduce como «sin salario»).

Su obra es un aullido a la soledad y al amor perdido. Conforme avanza el relato el trazo se oscurece, se vuelve más asfixiante, claustrofóbico. A ratos parece ver que se le agota el tiempo. Si cumple con la tradición familiar se suicidará en 1953. Y dibuja, y escribe, y juega con la música para componer la gran ópera de su vida. Más de mil gouaches.

Una de las últimas estampas se la reserva para sí; aparece de espaldas, frente al mar, dibujando, y en ella escribe el título de su gran obra: Leben? oder Theater? Eing Singspiel (¿Vida o teatro?).

Leben? oder Theater? Eing Singspiel, de Charlotte Salomon. (DP)

Leben? oder Theater? Eing Singspiel, de Charlotte Salomon. (DP)

1942. Mientras busca respuesta a esa pregunta las tropas fascistas ocupan la costa francesa. Sobrevivir cada vez es más difícil, pero en medio de la desesperación Charlotte se cruza con Alexander Nagler, otro apátrida, otro judío que huye de la barbarie. El suyo no es un amor intelectual como el de Alfred. Se encuentran cuando ya solo quedan la fe y el amor, las ganas de asustar al miedo. Se casan y su boda supone la primera piedra sobre su tumba. Al registrar su matrimonio en el ayuntamiento de Niza, el 17 de junio de 1943, la localizan. Un colaborador la denuncia. Irrumpen en su casa a medianoche y los detienen.

Charlotte Salomon fue gaseada en el campo de concentración de Auschwitz el 10 de octubre de 1943. Tenía veintiséis años y estaba embarazada de cinco meses. De ella solo nos queda ¿Vida o teatro?, el diario de una época, el retrato de una familia. El mismo que había confiado meses antes de su arresto al doctor Moridis: «C’est toute ma vie», le dijo al entregárselo.

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